martes, 22 de enero de 2013


Martes. De repente se paró a pensar. Cómo corre el tiempo, se nos escapa de las manos casi sin que nos demos cuenta. Más de un año. Ya ha pasado más de un año. Un verano desde entonces, al completo. También unas Navidades.


Y aquí sigo, viva, encontrándole sentido a la vida, ¡quién lo diría! Y sí, es cierto eso que dicen de que existen personas que nos dejan huella y otras que nos marcan para toda la vida. Te queda una huella, una herida al principio que poco a poco cicatriza. Al final solo quedará una pequeña marca que a veces puede que escueza un poco, como cuando una persona, después de una operación o un accidente, puede notar cuándo el tiempo va a cambiar porque un dolor le aparece en la cicatriz, aunque normalmente no le duela. Pero aprendes a convivir con ello, porque no te queda otra, aprendes a ser feliz, a volver a vivir. Y digo “volver a vivir” porque puedes pasar un tiempo sin vida, estando vivo en el sentido de que no estás muerto, pero no tener más que eso, vida sin vida. Cuando pierdes a alguien, cuando te tienes que deshacer de un sentimiento como puedas porque no te queda más remedio, cuando sufres, cuando no tienes ganas de nada y algo te impide respirar con normalidad, puedes llegar a sentir que quieres desaparecer, desaparecer como lo hacen las palomas en los míticos trucos de los magos, te gustaría desaparecer, cerrar los ojos y de repente… no estar, simplemente eso. También puedes pensar en dormir y dormir y no despertar, pero ni en los sueños te libras de los sentimientos y preocupaciones. Yo, por suerte, siempre he tenido a gente que tiró por mí cuando yo no podía, en ese mismo momento en el que deseaba que apareciera un mago que me hiciera desaparecer. Esa gente, la de verdad, me ha enseñado que siempre hay algo que merece la pena aún cuando lo ves todo negro. En esas circunstancias tratas de sacar fuerzas por ellos, por los que están a tu lado, y quieres creer lo que te dicen, que volverás a estar bien, pero, como he dicho, quieres, no te lo acabas de creer por más que lo intentes. Hoy, a tal momento, puedo decir que tenían razón, que se puede revivir. Y digo esto por lo que he vivido y lo que he visto. Después de la tormenta siempre sale el sol, tal vez el cielo esté un poco nublado al principio, pero el verano acaba llegando.

A veces el sol parece tener ganas de jugar y se esconde, pero sabemos que está ahí, que no ha desaparecido. Basta con cambiar de posición o con un soplo de aire que mueva las nubes o el humo para que vuelva a verse con total claridad. Y cuando aparece, después de que las pupilas se acostumbraron a la falta de luz, incluso parece brillar todavía más que antes, con más fuerza.


Puedo decir también que cada caída te hace más fuerte. Puede parecer una comparación un tanto estúpida, pero es como cuando empiezas a escribir, al principio, cuando escribes mucho duele y el pobre dedo corazón sufre, pero poco a poco se va acostumbrando, se crea un pequeño callo y deja de doler, al menos no tanto. Cuando haces un comentario de texto de filosofía en noventa minutos en el que tienes que rellenar cinco hojas por ambos lados, sales con un dolor de mano increíble y después, lo que antes te parecía escribir mucho y rápido no te parece para tanto. Siempre recordarás aquella vez y tampoco olvidarás que tu mano se recuperó sin problema. 
Empiezas a ver las cosas desde otro punto de vista, como cuando desde un sitio ves el sol perfectamente y desde otro solo ves las nubes un poco iluminadas.

sábado, 19 de enero de 2013

A miña terra (mi tierra)


Galicia, la tierra verde. Vayas por donde vayas puedes observar todo tipo de verdes a tu alrededor y, en esta época, también la más amplia gama de tonalidades marrones.










Galicia, la tierra de la lluvia, donde el agua no falta.








Así es nuestro invierno, lluvia tras lluvia, casi sin descanso. Nieve también a veces, frecuente en algunos sitios. Frío. Sensación inigualable la de meterse en casa al calor de la chimenea quien tiene suerte de tenerla. Caldo gallego para entrar en calor. Clima húmedo que hace que tengamos tal variedad de paisajes siempre coloridos sin necesidad de estar regando continuamente. Mar. Montaña. Bosques. Lagos. Ríos. Agua. Agua y vegetación. Naturaleza.